domingo, 7 de junio de 2015

PANERO REVISITED

 


Un joven periodista de EEUU que prepara un libro sobre los Panero (¿¡los Panero a Hollywood !??) contacta conmigo para preguntarme sobre Michi.

Más o menos tiene la misma edad que yo tenía cuando me desplazaba a Sears, treinta y pocos. Impresión de nostalgia, pero también de que sigue incesante la rueda de las generaciones literarias (y yo dentro de ella, aunque sea como reliquia).

Era por esta misma época del año, un junio caluroso –aunque no tanto como éste- de hace dieciocho años… La entrada en aquel hospital para deshauciados, la subida a una habitación en la que pegaba fuertemente el sol, donde me esperaba un Michi Panero invariablemente inactivo, sentado en una butaquita pequeña, con los brazos colgando y las piernas extendidas a lo largo, y que al verme llegar me saludaba con su voz cavernosa: Hola hola… Asís.



Luego las grabaciones en el pinar ajardinado, el zumbido de los coches por la carretera de Colmenar, los rascacielos en el horizonte… A Michi le gustaba hablar, le gustaba escucharse, era muy irónico y quizá con ello conseguía levantar un yo al que el dolor no llegara tan fácilmente. (A instancias del investigador, que me pregunta por una hipotética huella panérica, creo que Michi era, lo mismo que sus hermanos, “un modelo a no seguir”).



No he vuelto a pisar aquel jardín, aunque muchas veces –ayer mismo- pase por delante en coche, la fachada gótica ahora pintada de rosa. Los últimos años han instalado en la azotea un puesto de vigilancia de incendios y los compañeros que lo cubren suelen pedir frecuentemente la baja antes de terminar la campaña –ruidos, humos y olores de un extractor, malas vibraciones.

http://www.bilbao.net/bld/bitstream/handle/123456789/1822/pergola12.pdf?sequence=1.


 
 

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