jueves, 25 de octubre de 2012

EL HOMBRE CASI SOLO


Una tarde, años después, veranos después, estaba leyendo un libro debajo de un árbol, cuando, a mis espaldas:

-Hola, hola…¿qué libro lees?

Creo que le mostré la portada

-Hombre, Marcel Proust, A la recherche de temps perdú…Joé, y ya vas por el tomo 5. Eres una máquina…No, yo no lo he leído, lo empecé, pero…La que lo ha leído entero es una hermana mía que es psicóloga. Yo antes sí leía esas cosas, ahora para que lea algo tiene que ser cosas muy rápidas, muy entretenidas…

Y el hombre casi solo, con un gesto de escepticismo y de estar de vuelta de todo, pasaba como al vuelo las hojas de un libro imaginario. Ojeras azules, mostachos caídos, y la barriga emergiendo. Ahora mismo no recuerdo si llevaba perro o si iba totalmente solo.

-Incluso escribí un libro: “El hombre casi solo”, sí, una novela filosófica,  que trataba de la alienación y esas cosas… Oye, ¿tú tienes novia? Yo ahora mismo no, tenía una, que la conocí en las fiestas de Tetuán, en el concierto de Ramoncín. Nos metimos por aquí abajo –y señalaba unos caminos de la Dehesa de la Villa- y echamos dos polvos… Luego, como estaba siempre sin un duro, la tía pasó de mí, ja, ja. Bueno, me voy a ir… Oye, te voy a dar mi teléfono, porque veo que eres un tío interesante, que lees a Proust y tal, a ver si quedamos un día por Malasaña.

Obviamente yo no le di ningún teléfono, o a lo mejor uno falso. Creo que, años más tarde, un tipo que vi derivando por la calle, podría haber sido el hombre casi solo, pues me miró con mansa mirada de reconocimiento, pasando de largo, sus ojos de agua estancada… Estaba igual casi, pero había perdido mucho pelo, como un huevo duro al que le hubieran pintado un bigote.

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