-¡Mirar, mirar, es Tino Casal!
Iba
con Gloria y con Carmen, que era muy mitómana. Tino Casal se giró en su chaquetón
verde de pirata, y nos miró fieramente. Ojos hipnóticos de kool. Era un nota y
estaba como en el plató de Aplauso, pero en la barra del Palentino (estoy
hablando de hace mucho, todavía no habían irrumpido los hipsters).
Sres
de RTVE, ya estamos hartos de ese cuento de la movida. La peña no era
tan moderna. Barón arrasaba en San Isidro, a Gabinete sólo iban cuatro
gatos. El héroe era Rosendo, no Carlos Berlanga. Rock Ola quedaba muy lejos,
Malasaña estaba infestado de yonkis y te agarraban por los hombros pidiéndote
unas libras. En los ochentas hacía mucho frío.
Pero
Tino Casal ya era otra cosa. Tino Casal era carne de los 40 Principales (a
mucha honra) y ya tenía los 40 tacos, un
viejo entonces. Tino Casal iba por libre, produjo a Obús rompiendo el
antagonismo heavy /tecno.
He
ido a ver una expo sobre Casal y me encuentro mucho guardarropa y mucha moñería,
pero también vídeos y cuadros y dibujos y esculturas hechas por Tino Casal que
no están nada mal, y anticipan todo el rollo gótico, aunque sea de plástico.
Incluso he oído a mis sobrinas cantar alguna canción suya -sube al coche/reina de la nochee.../olvida tu mal humor-. Eso quiere decir que vive y es moderno.
No
es por reivindicar a Tino Casal, entre otras cosas porque ya están todos muy
reivindicados, desde El Fary a Coz. Pero la industria en mantillas, la juventud
amuermada por los dispositivos, podían tomar nota del
productor/cantante/escultor/modisto, hombre de fatídico destino. (Le debía
quedar como un año de vida.)
En
Madrid vivía enlas laderas del Park West,encima justo de la estación de Pío
(entonces Norte), por si le apetecía en un momento dado volver a Asturias.
Aquella
noche invernal de sábado –la noche que vimos a Tino Casal- podía
habernos contado todas estas cosas, y más todavía. Le habríamos escuchado con
ganas. Pero se dio la vuelta bailando y siguió con su carajillo.
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