martes, 28 de noviembre de 2017

A LA FERIA DE LOS LIBROS

 
A la feria de los libros... ¡Ah, la feria!
 
Los libreros de Moyano siempre se quejan de que no venden nada, pero cada vez se ve más gente, turistas y todo, y más desde que peatonalizaron la cuesta, también de eso se quejan, de que no pasan los coches, pero una vez vi un coche que se había metido y reptaba de puesto en puesto con la biblioteca en el maletero. Querían venderla porque se iban a vivir a Canadá.
-¿A Canadá? ¿Y que hay en Canadá?
Pero lo que es los libros no se los compraban.
 
 
Yo sí he comprado mucho allí, pasaba y repasaba la cuesta, subía después unos metros para disfrutar de mi botín en el Retiro. Volvía por la tarde a lo que me había dejado por la mañana. tanto que corría el riesgo de que mis padres al verme con bolsas cargadas de libros me dijeran qué pasa chaval, ¿tú eres tonto?
 
Hay vendedores míticos, peña de novela, como el del guardapolvo, Riudavets, pocas bromas con él, y sin embargo siempre tiene gente alrededor, como buitres del papel, más que por vender barato porque renueva mucho el género. Yo le compré hace mucho una edición completa de La comedia humana de Balzac, encuadernación en cartoné, que me llevé en una bolsa de deportes, treinta tomos, muy baratos.
 
Riudavets y la v.r.

Al lado de Riudavets está "la vieja revirada", no podías asomarte a su puesto, había que pasar de puntillas
-siempre lo mismo, mirar y mirar, y comprar nada, hala venga fuera
el resto de los vendedores trataban con cierta ternura a la vieja, como un caso imposible
después empezaron a entrar libreros nuevos, primero los argentinos, extrovertidos y careros, rollistas, luego unos chavalotes de barrio que se sentaban delante del puesto y soltaban piropos a las chicas monas que pasaban (cada vez más peligroso)



Ayer abrían las casetas al sol de la cuesta y un vendedor cantaba Días de escuela de Asfalto
 

Bien abrigado
llegaba al colegio
mil novecientos sesenta
hace poco tiempo...                                    
 


Compré por ahí un libro y estuve hablando con un librero hipster de acento andaluz que ponía en su portátil el RAM de Paul Mc Cartney. Sangre nueva para el viejo monstruo de papel y madera gris. Pero en tiempos de barbarie valía la pena escaparse a la cuesta de Moyano, donde los libros brillaban como soles pequeños o planetas, ahora paso de vez en cuando y a veces me parece recorrer oscuros criptogramas, caminar sobre montañas de papel viejo, pero sigo pasando para que no se me quite del todo el aire de la literatura
 





 
 

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