Piglia recuerda a un Che que aprovecha las treguas de la guerrilla para subirse a leer a un árbol.


El Che es consciente de la oposición y la contradicción entre lectura y acción, entre vida y literatura. Consciente de que la literatura le aísla de los demás, le impide contactar con ellos (envidia esta facilidad en Fidel Castro) y de que leer y escribir exigen una vida sedentaria y acumulativa, frente a la movilidad continua y el despojamiento de la guerrilla…Así y todo, cuando es capturado en Bolivia, el Che Guevara arrastra consigo un portafolios con libros y cuadernos, que no haría sino dificultarle la marcha.

Che Guevara, que ha sacado de los libros (Quijote y otros modelos éticos) su proyecto revolucionario, incluso en los momentos en que está próxima la muerte recurre a modelos literarios. “Situaciones de lectura extrema”, las llama Piglia.
“Inmediatamente me puse a pensar en la mejor manera de morir en ese minuto en el que parecía todo perdido. Recordé un viejo cuento de Jack London, donde el protagonista apoyado en el tronco de un árbol se dispone a acabar con dignidad su vida, al saberse condenado a muerte, por congelación, en las zonas heladas de Alaska. Es la única imagen que recuerdo”.