viernes, 18 de febrero de 2011

BOLAÑO Y LOS ARCHIVOS INFINITOS


Inéditos, versiones alternativas, descartes, making off. De Bolaño, con perdón, todo se aprovecha. Con más o menos fortuna. Si las últimas entregas –“La pista de hielo”, “El Tercer Reich”- del escritor muerto y canonizado en 2003 no acababan de convencer, ahora otra novela aparece en el ordenador de Bolaño, cuyo disco duro parece no tener fondo.
“Los sinsabores del verdadero policía” se presenta como núcleo de su novela más famosa, “2666”, y se dice que fue escrita de 1983 hasta el año de su muerte. Núcleo o satélite, la impresión que da es que “Los sinsabores” fue sacrificada para que pudiera surgir “2666”, pero el caso es que no desmerece de ésta última novela.
En “Los sinsabores”, aparecen otra vez –o aparecen por primera vez- los héroes predilectos de Bolaño: escritores en fuga como el mítico Arcimboldi, profesores e intelectuales que son a la vez hombres de acción, como el expatriado Amalfitano.


Barraca de feria.
No hay trama ni estructura aparente en el material ahora recuperado (“Ochocientas mil páginas, un enredo endemoniado que no hay quien lo entienda”, avisaba Bolaño). No son ochocientas mil, sino menos de trescientas, y se aguantan y salen ganando como historia de historias, como barraca de feria o tablado de marionetas en el que se pasa de un asunto a otro enhebrando relatos y anécdotas, literatura y viaje. La iniciación homosexual de Amalfitano, profesor universitario de 50 años. Su marcha, junto con su hija Rosa, desde Barcelona a Santa Teresa, en la frontera de Méjico y USA. La obra literaria de Arcimboldi, con el resumen de sus principales novelas. Las cartas entre Amalfitano y su amante Padilla. La novela inacabada de Padilla “El dios de los homosexuales”, título que hace referencia al sida. El pasado revolucionario de Amalfitano en Chile. La revolución mejicana. La aventura de un catalán de la División Azul en manos de los soviets. Las mujeres asesinadas de Santa Teresa. Los pistoleros y policías de Sonora. Bolaño se transporta a lugares en los que probablemente no estuvo nunca, porque “lo más importante del mundo era leer y viajar, tal vez la misma cosa, sin detenerse nunca”.


Un batiburrillo.
Una cosa sería leer “Los sinsabores” como una muestra interesante del taller de un escritor. Una “biblia” para uso propio de Bolaño que esboza aquí el pasado de los personajes en escenas previas, escenas que luego no aparecerán en la versión final, o sea “2666”. El proceso de calentamiento antes de entrar en “la gran novela”.
Otra opción, que quizá no habría disgustado al propio Bolaño, sería establecer una relación onírica entre ambos textos. Como ocurre muchas veces en sueños, los personajes, al pasar de una a otra novela, van cambiando de cara y se convierten en otros, aunque sigan manteniendo el mismo “rol”. Por ejemplo, al final de “Los sinsabores”, Elsa, chica yonki de Barcelona amiga de Padilla, se dispone a viajar a Mondragón, como quien peregrina a Lourdes, a visitar al milagroso Leopoldo María Panero. Al principio de “2666” no es Elsa sino Lola, la exmujer de Amalfitano, quien se encontrará con Panero…
Una tercera posibilidad, leer la novela como obra significativa por sí misma, algo de lo que desconfiaba su autor intentando hallar coherencia entre papeles escritos durante veinte años:“El policía es el lector que busca en vano ordenar esa novela endemoniada”.
De dónde proceden los archivos de marras es lo de menos. La viuda de Bolaño intenta explicarlo en una nota en la que se refiere a un batiburrillo de carpetas, escritos a máquina, escritos impresos, archivos del ordenador, etc, etc.
“Los sinsabores del verdadero policía” queda como obra inacabada, al modo por ejemplo de “América”, de Kafka, por hablar de otra obra felizmente inacabada. No hay final feliz, pero sí imaginación y experiencia y capacidad inventiva sin límites.
El ordenador de Bolaño parece ser una gran biblioteca sin fondo y esperemos que siga vomitando inéditos hasta, por lo menos, el año 2666. Y que estemos aquí para verlo, claro.





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