miércoles, 23 de febrero de 2011

CASTILLA, COMPAÑERO

Así se titulaba el libro de viajes de un viejo fascista, Víctor de la Serna. Me viene a la cabeza el título, caprichosa y eufónicamente, porque veo últimamente muchas pintadas por los muros madrileños. Castilla unitaria. Castilla libre. Castilla comunera. ¿Es Madrid Castilla? ¿O es simplemente un agujero negro de antimateria en la tierra parda y estéril? Lo primero, que Madrid es Castilla, me lo aseguraba con gran seriedad, como para no dejar lugar a la duda, Antonio López, el gran pintor, una vez que fui a entrevistarle. La referencia no es mala, pues no me hablaba de conceptos políticos, ni siquiera existenciales o filosóficos (y eso que Castilla es existencial a muerte), sino de una realidad física, de colores, de tonalidades, de formas y objetos y luces y sombras, que es la que percibe un pintor.
¿Por qué sacaron Madrid de Castilla? El madrileño es básicamente de origen castellano, pese al tópico del cosmopolitismo. Madrid –Madrid y cierta idea de “la hispanidad”- han centrifugado esa tierra castellana quizá llegando a desvirtuar ciertos rasgos tenidos por “muy castellanos” –sobriedad, contención, pocas palabras- que en el Madrid más burocrático se convertirían en despersonalización, conformismo, sosera total…


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