jueves, 12 de abril de 2012

EL VIEJO EN LA FRONTERA




La guerra civil en la frontera es uno de esos libros tardíos barojianos, editados pésimamente, a base de repeticiones y lagunas, que sin embargo son los que dan la gracia a ese Baroja en las postrimerías. El caso es que ni siquiera se sabe en qué años escribe don Pío, parece ser –por la inmediatez del relato- que en los mismos de la guerra, aunque la solapa diga que el libro es de los 50. Parece escrito en los meses posteriores a su detención por la columna de los requetés y su huida a la muga fronteriza, tiempos confusos en que el stress del momento hace que Baroja se olvide de los “datos objetivos” –ese ver en lo que es que repetía con Stendhal- y que sustituye por un aire confuso y nebuloso. Pero ya se encargaron sus biógrafos más resentidos de poner las cosas en claro y darle estopa al viejo filántropo…

No recuerdo en qué momento leí La guerra en la frontera. Ahora creo –a tenor de la fecha de edición que aparece en el libro- que debió de ser en el verano de 2005 y probablemente en este mismo ejemplar –el cual debió de comprar mi padre- en que lo releo ahora.
La cosa es que ni me acordaba del libro y ahora recuerdo haber pasado por él con más pena que gloria, habérmelo quitado con impaciencia de en medio en alguna calurosa tarde de vigilancia -¿Cerro Marmota?-. Ahora ha aparecido de pronto aquel viejo ejemplar y me ha hecho pasar en cambio tardes muy sustanciosas…
El error quizá fue haber abordado entonces el libro como un libro sobre la guerra civil y no como un libro tardío y sui géneris de Baroja, un Baroja en estado puro. Un libro distinto pero que poco podrá aclarar sobre la contienda (así que absténganse Mumos y Trepiellos y sigan con sus Bareas, Chaves, MaxAubes). En efecto, recuerdo los episodios de la toma de Irún por los nacionales, narrados confusa y reiterativamente…

La gracia que tiene La guerra en la frontera –y es mucha- es la de situarse el mismo Baroja en el lugar de los hechos, paseante con las manos a la espalda, aburrido y desocupado. Como un pobre diablo sin sombra de vanidad, uno más en el lugar de los hechos.

 
Algunas perlas:

Por las noches, en las tabernas del barrio, cantan la canción “Avanti popolo”, que termina con el estribillo de la bandera roja triunfará…He preguntado a un chiquillo español como se llama esa canción, y me ha contestado que ellos la llaman el Antropópilo, que sin duda es una deformación de “Avanti popolo”.

 
Hay muchos desilusionados. Uno le dice a otro, que es vendedor de pescado:
-Amigo, tú, chico guapo, puedes esperar.
El otro contesta:
-Es verdad. Tú, ya viejo, ¿qué vas a hacer?
-Chico, nada. Antes siquiera iba al excusado por las mañanas, ahora, ni eso.
Hay desesperaciones que se convierten en cómicas. Un portugués decía:
-¡Hay que arrasar esto tudo! ¡Tudo!
-Empiece usted por su país-, le dije yo medio en broma.
Vive uno bastante aburrido, deseando que pase el tiempo.
A  unos chicos españoles que estaban jugando en la calle, tirándose piedras, un aldeano les ha preguntado en vascuence:
-¿A qué vais vosotros a la escuela?
Y uno de los chicos le ha contestado con gracia:
-A esperar la salida.


Debajo de mi ventana hay un perro blanco atado a una cadena. Ladra a los ciclistas con cólera, desesperado intenta tragarse las moscas que le fastidian, y concluye metiéndose en la covacha. Quizá piensa que el mundo es bastante aburrido para los perros. Quizá piense vagamente que sin cadena sería feliz, pero no llegará a sospechar que también tendría otros fastidios. A veces se las arregla para subirse a su caseta, y quiere acercarse a las golondrinas, pero la cadena se lo impide.

Recuerdo que un mes antes de la revolución, en junio, llegaron a Vera dos autobuses con banderas rojas y negras. Iban de excursión al monte Larun.
Al ver los colores de aquellas banderas, a una moza con aire bravío le pregunté:
-Esa bandera es de la FAI, ¿verdad?
-Sí señor, ¿y qué?
-Yo no he hecho más que preguntar. A mí todo eso de las banderas me tiene sin cuidado.
-Pues si, somos de la CNT y de la FAI.
-Como si fueran ustedes del pim pam pum. ¿Han venido, quizá, para ver el sitio donde hubo un encuentro entre sindicalistas y carabineros, hace diez años?
-No sé a qué se refiere usted.
Se veía que aquella gente no sentía la menor curiosidad histórica por los suyos.
Los excursionistas de la FAI, que ninguno era vasco, hablaron en esa excursión a que me refiero con petulancia, del derecho a la vida y de otra porción de farsanterías ridículas, y se marcharon cantando un himno muy malo, y dando vivas a la CNT, a la FAI y a la anarquía.

(…) al pasar por delante de la estación, un grupo de españoles y de mujeres levanta el puño y gritan y se acercan a decirme que los gendarmes franceses les impiden llevar los equipajes, y que intente yo convencerles de que les dejen llevarlos.
-No me harán caso- le digo yo
-¡Pío Baroja! ¡Pío Baroja! –gritan, y se acercan otras más-. Gritan Pío Baroja porque les suena a algo.
-¿Qué quieren ustedes?
-A ver si nos dejan llevar un poco de ropa.
Yo no creo que ninguna de esta gente sepa lo que he hecho yo, pero les suena el nombre. Los gendarmes se acercan a la portezuela del automóvil en donde vamos, y nos dicen a Paul y a mí:
-Sigan ustedes adelante sin parar.
-Pero…¿por qué estas gentes no pueden llevar sus equipajes?
-¡Nada, nada, sigan adelante!
Y esto es la democracia ¡Qué asco! Una pobre gente que no puede llevar unas medias o unas alpargatas.


2 comentarios:

  1. Don Pio siempre fue un pesado y más cuando dejas de tener 20 años, para animar el tema, amigo del cruising,roto el hielo con "la finca de papa", te recomiendo busques "geografía del morbo" www.geografiasdelmorbo.net/

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  2. Asis, este tío te quiere pervertir... El muy maricón.

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