domingo, 13 de noviembre de 2016

LOCOS

 
 

Me ha extrañado ver ayer junto al río a un vagabundo con un libro. Me he acercado a verlo, el tío estaba a lo suyo, liando un cigarro. Era un ejemplar de Locos de Felipe Alfau.
 

Ese escritor raro que se fue a vivir con quince años a Nueva York desde donde recordaba un Madrid raro como un guiñol, un lugar enloquecido pero  transitable, sus personajes andaban por el Retiro o por la Plaza Mayor, sitios casi siempre vacíos y adornados con farolas Sólo así te pueden dejar en paz aunque te llames Chinelato, Tía Mariquita o El Mandarín Negro.

wunderlich
La leí pero no me acuerdo de nada, salvo que era un libro de relatos donde los personajes entraban, salían, volvían a aparecer increpando al autor. En el prólogo le comparan con Nabokov, Calvino, Borges, pero Alfau no había leído a ninguno de ellos ni tampoco Niebla de Unamuno. A mí me recuerda sobre todo a Alfanhui, pero el libro de Ferlosio es algo posterior



Locos la escribió en inglés en los primeros años 30, cuando vivía en Hells Kitchen (La cocina del infierno), y parece que todo lo tenía en la cabeza porque no había vuelto a España desde 1914. Cuando lo hizo, en 1956, le pareció una mala copia de USA y se avergonzó de ser español, en lo que también es Alfau moderno.
 

 

La novela aquí la publica Gimferrer (Seix Barral) en 1990. Es cuando van a América a verle algunos periodistas como Miguel Angel del Arco, al que le dice Alfau que ya le da todo lo mismo y que lo quiere es morirse pronto. Juan Bonilla, unos pocos años más tarde, ya se lo encuentra gagá en un asilo.  
 



Hace frío junto al Manzanares y hay muy poca gente por el paseo, el viejo vagabundo tiene al lado el libro, muy nuevo, como una especie de señas de identidad. Me han entrado ganas de volver a leer Locos y también de leer una especie de continuación que se llama Cromos.

 

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