Ande
o no ande, caballo grande…Esa impresión he tenido al leer las 1000 págs 1000 de
Ciudad en llamas, la ultrapromocionada primera novela de un tal GRH.
Titánico esfuerzo sin duda de escritura, que también lo es de lectura.
Capítulos reiterativos, personajes que se enganchan, tramas que se ralentizan,
descripciones exhaustivas, preciosismo literario que hace algunos capítulos más
que brillantes, pero/pero sin encarnar en novela…
Ese
Nueva York de los años setenta alumbrado por fuegos artificiales, que culminará
(?) en el apagón famoso. Oscura historia de polígonos y mansiones. Y, a ras del
suelo, periodistas alcohólicos, polis po-lio-me-lí-ti-cos, marchantes,
artistas, punks, pijos, punkpijos, especuladores, abogados chungos y familiones
montados en el dólar…
El
planteamiento es apasionante, pero luego hay un crimen (absurdo) para hilarlo
todo, y la trama apenas se mueve, y la novela no rula. Parto de la admiración
que me suscita cualquier fulano capaz de acumular tal número de págs., pero… Yo
no sé, a ver si la culpa la va a tener Dickens, sí, la tiene Dickens, ese
maestro de guionistas y literatos del siglo XXI, citado en este caso también como modelo, Dickens a estas alturas,
hombre, llenando cuatro páginas para lo que se puede contar en media. A Dickens
si acaso hay que leerlo en tebeo.
Pero
luego, otra lectura, otra novela, de otro nota famoso ahora –maestro también
sin duda de este GRH- Libertad de Jonathan Franzen- que empiezo con prevención:
¿una historia de yuppis, hipsters, viejos rockeros, ecologistas? Qué oportunismo, mejor Nueva York y el
apagón/blackout... Y además rollito zen, buenismo tolstoiano. Pero esto es
velocidad narrativa, información siempre renovada, y paso cuatro días sin
soltar el tocho de Franzen –no sé si un
gran escritor o un narrador habilidoso- admitiendo a tocho pasado, tras la
prueba de fuego de dejar correr una semana, que es lo más entretenido que me he
echado a los ojos en todo el verano. Y ya lo decía el viejo PIBA: “Algo que es
entretenido no puede ser malo”.
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