El
cartel podía haber sido el mismo que hace treinta años, Topo-Rosendo-Obús, o
treinta y cinco, si cambiamos a Rosendo por Leño… El público más o menos
también, aunque mucho más calvos. Había mucho cabestro, pero también mucho
bambi, seguro que por ser gratis total, cortesía del ayuntamiento de
Fuenlabrada -y de sus contribuyentes.
En
la noche de arena, un campo de fútbol entre carreteras. Topo sonando como
siempre, imaginativos y utópicos, y con un punto de crítica social que seguía
valiendo lo mismo que entonces. Obús, potentes, metaleros, hasta que Fortu
empezó a hacer el payaso y abandonamos el lugar del siniestro.
…Y
en medio Rosendo, la voz de humo y la guitarra de chispas, desparramando sus
acordes y encerrándolos en la lámpara del genio, en un punto medio y “en un
momento dado”: confidencial y distante, reservado y castizo, machacón
pero elocuente, un melenudo viejo respetado por la sociedad biempensante por presentarse bajo una etiqueta no intercambiable: Rosendo
Mercado.
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