domingo, 5 de noviembre de 2017

FACHÁ




Pedazo banderolo que han colgado en la discoteca Pachá, templo pijo de la movida y dispensario de sustancias. Hay que huir de la ciudad, dejar de ver los balcones enguirnaldados. Pero salimos al campo y las banderas nos acompañan en las casas que dan a la carretera. Tantas banderas, tantos vecinos que jamás pisarían Cataluña, pero que no les quiten su trozo de tarta. En el dudoso supuesto de que un trozo de trapo simbolice un lugar, un territorio, sólo tiene sentido ondearlo fuera de ese territorio (el lugar ya está en sí, y no necesita representaciones). Así, me gustó ver una ikurriña en Granada, colgada de un balcón del Albaicín. Pero hay algo prepotente y fascista en todas las banderas, como invocar a una suprema razón. Los americanos sacan la suya a la mínima en todas sus películas. Y ante tal situación, y ante este empacho de tortillas con tomate, ganas me dan de sacar al balcón una bandera pirata y, en su defecto, incluso el arco iris de los gays...

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