jueves, 21 de junio de 2018

MISTICA




La mayoría de los que asoman por aquí no son del dominguero tipo. Hay hora y pico subiendo desde el pueblo (no se permiten vehículos, pero “yo-sí-puedo”) y no se atreve cualquiera. Son especímenes interesantes. El otro día unos chavales con monitores, o viceversa. Querían subir al mirador de chapa pero les dije que mejor no porque eran una docena y no sé yo lo que aguantarán estas infraestructuras. Subieron al final un momento sólo dos adolescentes, de ojos brillantes y pelo largo, sonrientes y sanotes, que podían ser de cualquier barrio de Madrid. Los otros cantaban unos cantos montañeros de esos que hace mucho ya no se oyen y que me hacían sospechar algo… Acto seguido rezaron una Salve, y ahí me di cuenta que eran del Opus. Siguió una charleta didáctica de cara al paisaje, sobre la belleza de la naturaleza y el mundo: “el gran regalazo que nos ha hecho el Creador”. (Yo me reía pensando en el “regalazo” que eran para mí calores y vientos, la plaga de tijeretas... Pero bueno). Después,  todos dispersos y cada uno en su trozo de roca mirando el panorama, se convocó “un momento de silencio”, momento que más tarde interrumpiría el sonido de un silbato... La cosa es que la mística, a poco que te pongas, siempre da resultados. Yo seguía a lo mío, leyendo, pero enseguida me sentí envuelto en aquel silencio compartido, silencio sobre silencio, y el callar habitual del paisaje, siempre impersonal y como rasgado, primero se hizo opaco, como si se condensara, y luego pareció acercarse, apaciguado, amistoso… Como si aquellos probos estudiantes hubieran convocado un campo de energía, o alguna hostia. El silencio se hizo uno más y si no hablaba se veía que era porque no le daba la gana.
(éstos son otros)

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