lunes, 2 de julio de 2018

NOVELAS

El niño Antoine poniendo una velita a Balzac (Los 400 golpes).


Es la época del año que leo muchas novelas, y siempre hay quien me dice:
-Pero no leas novelas, no pierdas el tiempo. Lee ensayo, lee historia.
Pero la historia son datos, y los datos están en internet. Los ensayos son ideas, y las ideas están en el aire, son comunes, pertenecen a la época.  Ahora los ensayitos se han puesto de moda, es por la pretensión de etiquetar las cosas, de explicarlo todo. Que si el Romanticismo, que si los átomos y las moléculas… Frente a todo esto, la imaginación creadora, aunque haya novelas muy malas…

Yo llevo mucho años en esto de las torres, incluso demasiados, y he descubierto la piedra de toque de la crítica literaria, la prueba de fuego –nunca mejor dicho. Si la novela se impone al cansancio, al aburrimiento, al calor y a los bichos, si aguanta pese a las comunicaciones en la emisora y a las columnas que se divisan en el horizonte –que eso también entretiene mucho-, si aguanta todas esas cosas es que el libro es cojonudo.



Para mí encontrar un tocho de seiscientas, o de ochocientas, páginas que me enganche, que me aplaste, como decía El Fary, es una fies verdadera, todo un acontecimiento. No pido grandes filosofías, sino la vida que discurra, y lo que va por debajo de la vida… Una cosa impepinable es que cuando terminas una novela te tiene que quedar lo que has leído, más algo que no has leído. No se sabe si esto último va implícito o es que lo añades tú, pero el total ha de ser más que la suma de las partes. 

Leo muchas novelas pero a veces tengo que bajar de las nubes y tomar tierra y caen también diarios, autobiografías… Si no hay imaginación por lo menos ponerse uno en la palestra, explicarse a sí mismo. También me vale la poesía, pero a ratos porque la poesía cansa. A veces esas novelas/reportaje tipo Wolfe o Mailer. Biografías menos, por lo mismo que el biógrafo agota al personaje (casi siempre), le quita brillo y mito… Ahora también se lleva mucho una especie de novela autobiográfica que me parece sin embargo bastante chorra: un tío que cuenta en la novela cómo va escribiendo esa novela.


El escritor de novela tiene poco que ver con la torre de marfil (para torres, éstas). En las novelas hay ambientes, descripciones, atmósferas, sucedidos, argumentos, estilo (el estilo llega un momento en que no se tiene que notar), pero sobre todo lo que más hay son personas, personajes. El novelista tendrá que ser incluso un poco cotilla. Balzac recomendaba al que quisiera escribir novelas que viviera en un pueblo, donde los personajes estaban más perfilados.




Aquí entre nosotros los pueblos no han dado mucho juego para la novela. Sino un costumbrismo que va de crítico pero es más bien complaciente. Delibes, Cela, incluso Pla -éste tiene más gracia, tiene acrimonia, aunque va un poco de sabido.Pero lo de Pla no son novelas, sino artículos y diarios. Pla era el que decía que quien leyera novelas con más de cuarenta años era tonto. Pues vale. Son escritores de estilo, pero poca imaginación. El que no haya casi novelistas en España es sobre todo porque somos un pueblo conformista. 



De los pocos que se salvan: Don Benito el garbancero.

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