martes, 4 de septiembre de 2018

DOS


yo le acompañé hasta aquel muro blanco… era en el piso más alto, silencioso y tranquilo como un limbo, y al llegar comprendí que desde aquella paz tan grande no se podría volver fácilmente. Allí seguíamos hablando, igual que siempre, pero ella ya desde el otro lado, hasta que se interrumpió la conversación.
La otra tarde oí su voz y que al tiempo iba abriendo la puerta de la calle con la llave, corrí a abrirla del todo y nos abrazamos. Lo primero que pensé: ¿pero ahora…? Pero al sentir su calor tuve la sensación de que nada estaba perdido… ¿Esto es un sueño, verdad? alcancé a preguntar con voz susurrada, me dijo que sí…, pero seguíamos en el sueño… Venía morena, un poco más pálida, el pelo más liso como si estuviera llegando de la peluquería, los pantalones beises y creo que una camiseta marrón sin mangas. ¿Estás bien? Entonces desperté del sueño.
Del sueño me quedó la sensación de algo natural, inevitable. Pero enseguida el mundo siguió como desde entonces, primero pasando muy deprisa, cada vez más despacio luego, como las aspas de un ventilador que se ve tumbado desde la cama.

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