miércoles, 28 de agosto de 2019

BALZAC

 Estaba leyendo un libro de Coetzee, muy ameno, porque Coetzee escribe muy ameno, pero muy triste, muy malrollero, y también bastante previsible: Se titula Hombre lento y va de un ciclista viejo al que atropellan y luego amputan la pierna y luego -todo contado en un presente agobiador- la enfermedad la cuidadora la muerte los remordimientos –las oportunidades perdidas, de la paternidad, del amor, etc etc, los libros que se le acumulan, etc, las desgracias de todos los días, así que mando el libro a la mierda y encuentro un tomo que había dejado a medias con novelas cortas de Balzac, y lo había dejado a medias porque no quería autores “decimonónicos”… Había leído cosas de Balzac a los veinte años y así.
 Coetzee escribe reflejando el sentido común, pero Balzac cuenta la vida en todos sus colores. Es la misma vida, la misma humanidad doliente en el caso de Balzac, pero aquí más pinturera: los estudiantes pobres, los soldados lisiados, los aristócratas en bancarrota, las marquesas pérfidas y los médicos, los abogados, los jueces -legales o chungos, ingenuos pero no tontos… La rueda de la fortuna siempre está girando en estas novelas y al que le toca un número fula se aguanta y tira palante, los personajes de Balzac nunca se quejan y cuando les va mal se quitan ellos mismos de en medio, pero sin demasiado dramatismo, como Lucien de Rubempré, el joven periodista de Ilusiones perdidas.
Balzac murió joven -50 tacos, aunque en La comedia humana las marquesas parisinas de 30 o 35 ya están fuera de mercado y tienen que hilar muy fino para asegurarse una vejez rentable. Muchos de estos libros los escribe Balzac antes de cumplir esos mismos 30, pero parece que sabe de qué habla. Hay una visión fatalista del mundo que hace pagar cara la nobleza y la bondad, pero también un elemento de azar que puede cambiar las cosas en el último momento... Hay héroes como el coronel Chabert, desaparecido en combate, oficialmente muerto, que engatusado por la mujer acaba cediéndole con generoso despecho su fortuna, renuncia a pleitear (porque hay muchos pleitos en Balzac, muchos embrollos judiciales y económicos) y se sumerge alegremente en el arroyo. Balzac respira 


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