martes, 14 de febrero de 2012
LAS GLACIACIONES
Reforma laboral, recortes/privatizaciones, sentencias del Tribunal Supremo. Cada día que pasa aumenta el número de pescadores en río revuelto. Aguardan pacientemente, esperando el deshielo...
viernes, 10 de febrero de 2012
EN EL LABERINTO
En la noche de febrero, a punto
de tiritona, cuando el cierzo azota la piel de toro, cuando la nieve cubre la
ciudad, busco para guarecerme los lugares del pasado.
La foto que traigo hoy al blog –y
que realicé clandestinamente- es del Laberinto, mítico bareto de la calle
Velarde, Malasaña, uno de los únicos que está exactamente igual que hace
veinticinco años. No lo sé si estaba entonces el toro o cíclope –como emblema
de los adoradores del becerro de oro-, pero sí el futbolín, y la música de Bob
Dylan (entonces, a mediados de los ochenta, oír al judío no era cool, era un
cantautor que aburría al más pintao). Todavía, como entonces, los abuelos jugando
a las cartas, todavía las máquinas de marcianitos.
He pasado un buen rato en El
Laberinto oyendo a Dylan hasta que ha llegado la hora de salir a la calle y
despertar del sueño castizo. A la noche europea, flanqueada por lugares de
culto –La Vía láctea,
Nueva visión, los pafetos convertidos
en museos-, custodiada por chicas guapas como de Serrano y el verde fosforito
de policías/barrenderos. Al final resulta que tenía razón Clint Eastwood: “No
llegamos a madurar nunca, sólo envejecemos”.
sábado, 4 de febrero de 2012
viernes, 3 de febrero de 2012
CONTRA CLINT
No pienso ir a ver la última
película de Clint Eastwood, no me interesa para nada. Se titula Hoover, creo, y
va de Hoover, o sea, el director del FBI, encarnado por Leonardo di Caprio.
Como la historia se desarrolla a lo largo de varias décadas, Eastwood ha
recurrido al más burdo maquillaje para caracterizar a sus héroes a través del
tiempo. Así que esta peli de muñecotes y maquillajes, como el tocador de la
señorita Pepis, evidencia, a mi modo de ver, el trasfondo mentiroso y falso de
todo o casi todo el cine de Eastwood, al que ahora de repente se le ven las
tripas…
¿Cómo se convirtió Clint en
intocable? ¿En qué momento los críticos decidieron que el Eastwood director era
la hostia? Creo que fue a raíz de un western tan sobrevalorado como Sin perdón. O tal vez con Los puentes de Madison, romántica historia que sospechosamente tanto gustó a (casi) todas las mujeres. El caso es que de pronto Eastwood era el
novamás, un gran cineasta, la reencarnación de John Ford y Howard Hawks por
lo menos. Era la opinión generalizada. Pero que no colaba. Veamos por qué.
CE como director tiene dos tipos
de películas:
-en las que se dirige a sí mismo
-en las que no se dirige a sí
mismo
Las primeras –Clint dirigiendo a
Clint- son un ejercicio de egolatría y de falta de vergüenza. Un CE que no
tiene abuela es siempre el más duro, el más fuerte, el más valiente, el más
callado y a la vez el que más folla…
Las segundas son como un
desmentido a su propio personaje, una forma de decir: “Eh, yo en realidad no
soy así, esto de los tiros y los puñetazos es para divertirse….yo creo en la
familia, en el amor… Por favor, un poco de madurez”.
Y sin embargo son filmes a los
que falta un hervor verdadero de ternura, de humor, de lirismo… La tan alabada
parquedad, el laconismo de CE, encubren más bien sosera, sequedad, rigidez,
cortedad de miras y falta de horizontes… Suelen ser películas correctas, de caligrafía esmerada,
pero epidérmicas. Eastwood es de esos hábiles directores que pueden prenderte
en el momento en que ves la película pero de la que te olvidas nada más salir a
la calle. Y últimamente, ni eso. Cartas desde Iwo Jima, Banderas de nuestros
padres, El intercambio son directamente soporiferas. Gran Torino (Clint
dirigiendo a Clint) es, sin más, una película simpática, aunque con un desenlace
tramposo. (Y es que si los desconsiderados vecinos están jodiendo a tus amigos chinos
será más lógico decirles que se muden de barrio que no sacrificarte por ellos,
como hace ejemplarmente el abuelo Clint.)
O Más allá de la vida, donde una
vez más Eastwood juega a ser
profundo. Enseguida soslaya el tema que da título a la película, que queda como
una especie de mcguffin narrativo para hilvanar un telefilme “de relaciones
humanas” en el que, como siempre, Eastwood es tan consciente de los resultados
que ha de provocar en su público, que apenas deja respirar a sus criaturas... (Lo
mejor de esta peli es la escena inicial del tsunami: quizá debería haber hecho
toda la película de catástrofes).
Todo esto lo siento y me jode.
Mitómano que es uno, habría querido que Eastwood quedase como héroe o antihéroe
en el nuevo milenio, un icono de la talla de John Wayne para esta época gris y
deslucida. Aunque sólo sea por la eufonía de su nombre -Clint Eastwood suena muy bien, suena
como una locomotora del viejo oeste atravesando a toda velocidad un bosque de
pinos aromáticos-. O, yo qué sé, por haber sido el intérprete de La fuga de Alcatraz, La leyenda de la ciudad
sin nombre, Por un puñado de dólares, Dos mulas y una mujer, y otras tantas películas que (esas sí) nos hicieron soñar.
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