viernes, 10 de febrero de 2012

EN EL LABERINTO



En la noche de febrero, a punto de tiritona, cuando el cierzo azota la piel de toro, cuando la nieve cubre la ciudad, busco para guarecerme los lugares del pasado.
La foto que traigo hoy al blog –y que realicé clandestinamente- es del Laberinto, mítico bareto de la calle Velarde, Malasaña, uno de los únicos que está exactamente igual que hace veinticinco años. No lo sé si estaba entonces el toro o cíclope –como emblema de los adoradores del becerro de oro-, pero sí el futbolín, y la música de Bob Dylan (entonces, a mediados de los ochenta, oír al judío no era cool, era un cantautor que aburría al más pintao). Todavía, como entonces, los abuelos jugando a las cartas, todavía las máquinas de marcianitos.
He pasado un buen rato en El Laberinto oyendo a Dylan hasta que ha llegado la hora de salir a la calle y despertar del sueño castizo. A la noche europea, flanqueada por lugares de culto –La Vía láctea, Nueva visión, los pafetos convertidos en museos-, custodiada por chicas guapas como de Serrano y el verde fosforito de policías/barrenderos. Al final resulta que tenía razón Clint Eastwood: “No llegamos a madurar nunca, sólo envejecemos”.



No hay comentarios:

Publicar un comentario