sábado, 5 de noviembre de 2016

BILBAO REENCONTRADO: ENTRADA A LA CIUDAD


 

Ahora que voy desempolvando las viejas fotos aparece esta entrada a la ciudad tomada  desde el puente de Cantalojas. Las vías del tren y la Estación del Norte, hoy de Abando. La vista de ahora es prácticamente idéntica, pero falta ese cartelito: BILBAO. También quitaron el nombre estampado en azulejos del caserío en lo alto de Miraflores.

Fuente del Alto de Miraflores, 1922
Supongo que todo obedece a una concepción expansiva de la ciudad, la ciudad empieza antes, La Peña y Bolueta ya son Bilbao, y los barrios nuevos. Aquí en Madrid también he visto desaparecer el bucólico cartel sobre las vías, en un desmonte de amapolas y zarzas. Y por todas partes, las ciudades y los pueblos ensanchan sus límites, y al tiempo se disuelven. Entre urbanizaciones medio vacías no sabemos si entramos en Ponferrada o en Estella. Aunque Bilbao desde lo alto siga siendo reconocible.
 

martes, 1 de noviembre de 2016

EXPLORANDO EL DELTA

 
 

 
 

Muchos años después todo seguía lo mismo, todo quieto, como el agua embalsada en las charcas, y a la vez todo había cambiado, primero fluyendo despaciosamente como las nubes reflejadas. Después corriendo veloz, cabrilleando al sol el agua de las acequias. Avanzando el mar que se come las playas. El bar de los guipuzcoanos, cada vez más cerca del agua, que quizá se lo haya tragado cuando regrese, si regreso.

 



 
 



Es un sitio luminoso y raro, y los pájaros parecen clavados en el limo hasta que de pronto levantan el vuelo. La garza gris despega solitaria, sobrevolando las charcas. La garcilla blanca en bandadas asustadizas. Los pájaros migratorios dibujan uves a pocos metros de la carretera. Los petirrojos en los árboles, y los gatos acechando en los caminos de arena que no van a ninguna parte, mueren en el agua o los cierran las cadenas. En algunas playitas el acceso estaba inundado.
 


 





En un camino de esos me pararon los picoletos y tuve miedo, tuve miedo porque avanzaban como terminators, y no entendían que uno recorriera el delta, rodeara los caminos, se parase en los lugares más inusitados. Para eso será el parque natural, digo. Menos mal que al final terminamos amigos, luego me reconocieron que “también” andaban explorando.
 




 

OTOÑO EN EL DELTA





"Pronto entrarían en el Delta. La sensación le era familiar. Había sido renovada como esta vez cada última semana de noviembre durante más de cincuenta años -la última colina, al pie de la cual empezaba la fértil e inviolada llanura aluvial, como el mar empieza en la base de sus rocas, desvaneciéndose a lo lejos bajo la lenta lluvia de noviembre, como el mismo mar se desvanecía a lo lejos".



He metido la cita de Faulkner, el arranque de un cuento -Otoño en el delta, en Desciende Moisés- porque la tenía más a mano. Pero del Mississipi al Ebro hay un buen trecho así que lo suyo habría sido poner algo de Sebastián Juan Arbó, el escritor de la zona (San Carlos de la Rápita, villa natal de Sebastián Juan Arbó), alabado por Baroja, ninguneado por Cela (el tonto del culo le llama Juan Sebastián Arbó -como si a él le dijeran José Camilo Cela- haciendo como que no se entera, en realidad para confundir...) No he leído nada de Arbó, empecé Los hombres de la ciudad, unas memorias que van de niño pobre a escritor famoso, no lo acabé porque la letra era pequeña y el texto iba a dos columnas, así de prosaico, pero era un prosista que molaba, el escritor olvidado para una tierra ignota...



 


HALLOWEEN TORTOSA

 
cabezudos

gigantes

llega el dimoño

a mí, plin

  
a ver si nos va hacer algo

¡Aarrghh!