jueves, 13 de noviembre de 2014

LA CABRA TIRA AL MAR



Estábamos bañándonos en esa playa escondida de La Caleta y de repente miré y había llegado un perro, volví a mirar y habían cuatro perros, miré de nuevo y cuarenta... pero no eran perros sino cabras, pequeños cabritos algodonosos que nos rodeaban entre el mar y el monte, entre el mar y las rocas. El pastor, apareció muy serio, como pensando que molestaba o algo, pero cuando nos vio con las fotos y la juerga, se le distendió una sonrisa. Me paece, le dije, que les hemos interceptado el paso.


 
Buah, no hombre, no sabes tú, por arriba por debajo éstas se meten por donde les da la gana. y era cierto, daban ganas de retener a aquellos cabritos de color de tierra, centenares de ellos algodonosos y amistosos que desde lo alto detenidos en lo alto estiraban el cuello los ojos saltones y los morritos salientes hacia donde nosotros estábamos más abajo, como queriendo ser amigos, flipando nosotros conque no sólo nos esquivaban a nosotros sino urbanizaciones carreteras y polígonos y más carreteras un siglo o más de historias y desaciertos hasta surgir cualquiera sabe desde dónde en aquella playa de rocoso poniente donde había empezado toda la historia
  
 


 
 
 
 

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