No había reparado nunca en ella (a
pesar de haber atravesado otras veces ese camino) ya que se encuentra en una
vaguada, oculta como en un pliegue del terreno. El hallarme, con la bici,
bajando un pequeño sendero en cuesta -y
mi pereza para remontarlo- me llevó a las puertas de la ermita –la puerta, pues
sólo queda una fachada –el plano de una fachada como un escenario de cartón piedra.
De pronto, de un bosquecillo de
pinos colindante a la ermita apareció levantando el polvo un rebaño de ovejas,
buscando inútilmente agua en el paisaje devastado por la sequía…
que pasa... una semana sin entradas
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