lunes, 20 de febrero de 2017

PRIMER VIAJE ANDALUZ




Ahora que siento otra vez la llamada del sur, quiero recordar aquel primer viaje andaluz –el título de la entrada un homenaje involuntario al tonto del Camilo, cuyo libro tengo por casa pero no he leído. Pa qué.


 
Recordar aquella superluna que nos acompañó en el autobús, atardeciendo La Mancha. Recordar los ojos entrecerrados junto al mar y oírlo romper muy lejano, y el acento, cantarín y brusco, de los niños, que recordaba al escuchado en algunos barrios de las grandes ciudades. Botellas de cerveza Victoria –tres cuartos de litro- con fondo de arena. Recordar la noche en las murallas del castillo sobre Málaga, como un esqueleto de piedra o una cremallera abriéndose sobre los montes, botellones y porros con la gente andaluza, y andar tranquilamente pateando todos aquellos monumentos olvidados antes de que se convirtieran en emblema de la marca E$paña.
 



De Andalucía yo no conocía nada, más que las castañuelas, algunos poemas del 27 y una cinta de casette titulada La guitarra de oro de Paco de Lucía –puramente instrumental, había que oírla mucho para descifrar los sonidos, imaginando caballerizas, mujeres con vestido de lunares, patios encalados, noches de luna en la serranía, trabucaires, olor a pescaito. Aunque quizá la música dijera otra cosa y las imágenes éstas vinieran de otro sitio.

 


 

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