Quedamos
y venía nervioso, azarado, para decirlo en plan literario, y yo lo achaqué a la
emoción del novel que publica su primer libro, aunque en su caso hubiera sido a
rebufo de otro, unas “memorias” de su vida con MP. Meses antes, se había
presentado como el “hijastro” de M (sólo ese apelativo tenía que haberme puesto
en guardia) y me pidió la transcripción de las memorias de M que había
preparado yo años atrás. Le dejé el material –en parte ya publicado- lo mismo que había hecho antes
con otros.
Ahora
me traía unas galeradas de su libro, que había titulado “Memorias trucadas”. Y
tanto que trucadas… Aparte de los textos inéditos de MP había escrito él
cincuenta páginas de las cuales ocho procedían de mi manuscrito, las únicas en
las que se oía hablar a MP, que utilizaba sin rubor haciéndolas pasar por una
conversación que había tenido él con M –la mayor prueba de imaginación de que
había sido capaz…
Ni
siquiera un asterisco, una nota a pie de página, sino que, tratando de borrar
todas las huellas, me mencionaba muchas páginas más adelante como Asís Lezcano
(sic) aludiendo vagamente a las “memorias”, que le habían servido “de ayuda”,
sin referirse para nada a las conversaciones amañadas, sin distingos entre lo
mío y su yo, y cuando le dije que al menos mi nombre había que corregirlo se
llevó las manos a la cabeza y me dijo que ya no era posible, que ya estaba en
imprenta el libro.
Entonces,
¿para qué traer las galeradas a toro pasado?, ¿no podía haberme llamado unos
días antes?- y sí, venía muy nervioso, y con aire culpable, a lo mejor se
esperaba algo gordo, unas hostias, una demanda, pero también con un as en la
manga, que fue pedirme unos originales con la promesa de moverlos en la pequeña
editorial que le había publicado, donde me dijo que había entrado como asesor,
y uno, que es de reacciones postergadas, (y aún a sabiendas de que me engañaba
pero no más de lo que se había engañado a sí mismo) hasta le tuvo que dar las
gracias… Hasta hoy.
Hasta
el otro día no había vuelto a hojear su libro. Lo encontré en la biblioteca de
la Alhóndiga, jamás llegó el ejemplar prometido. Lo que más le delata es decir
que “lo mejor de las memorias es que se le oye hablar a Michi”, o sea, tras apropiarse de los materiales hacerlos de menos, como quien disculpa llevarse de estrangis un puñado de bisutería... de ocho páginas.
Y
ya puestos, ¿por qué no puso él la grabadora? Porque, con todo lo que ahora
celebra a M el hijísimo, no recuerdo haberle visto aparecer por el hospital
donde estaba Michi, a lo largo de todo el verano que grabamos las memorias.
También
la voz de éste es lo mejor de su libro. El resto no vale nada. Llantos de
plañidera, que si mi mamá bebía y papá no me hacía caso. Y uno cree entender
algunas cosas. Pero también, que sacar en procesión a la familia
“desestructurada” no es excusa para portarse como un capullo…
leopoldo maria panero visto por michi panero - los ojos abiertos
asislazcano.blogspot.com/2014/03/leopoldo-maria-panero-visto-por-michi.html
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