El
coche me llevaba a través de la noche, yo iba en el asiento de atrás, dormido,
alguien conducía, ¿un amigo?, me pareció que sí pero enseguida se borraron sus
rasgos con esa volatilidad de los sueños. Sonaba una música ligera, una
musiquita de jazz trompetera y animosa, que fue lo que me hizo despertar, y
balbucear -pero por cortesía o porque pensé: Este se va a quedar dormido-: ¿por
dónde vamos?, ¿queda mucho?, o algo así, siendo que me encontraba tan a gusto suspendido
en la oscura carretera deslizante que no tenía prisa ninguna ni ganas tampoco de llegar a
ningún sitio.
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