Leyendo
el último día de las torres una novelilla de Simenon. Me la ventilo en unas
tres horas. Tengo la impresión de haber leído muchas suyas, quince o veinte... , lo que no es nada si se
cuenta que hizo más de cuatrocientas.
Dicen algunos que fue el mejor novelista del
siglo XX y que si no le dieron el nobel fue por ser un “escritor de kiosko”. El
libro se lee en unas horas. Vale que hay grandes momentos en Sim, psicología en
bruto, sentimientos, atmósferas, pero, al tiempo: qué mal rollero es, cómo
maltrata a sus personajes, casi con la crueldad del gato que a zarpazos espiaza al gorrión para encima después
dejarlo a un lado. Hay un fondo de
lluvia y humo en sus historias: marineros, opiómanos, prostitutas, carniceros provincianos, funcionarios,
pederastas, adolescentes en fuga… todos fluctuando entre la culpabilidad y la paranoia. A Simenon le han comparado con Balzac, pero Balzac, con más visión, sitúa a sus héroes en la rueda de la fortuna, que tiene altos y bajos. En Simenon la caída en picado es además un recurso fácil que le libra de profundizar, de encontrar argumentos. Unicamente en la serie de Maigret, el viejo comisario se interpone entre Simenon y sus criaturas con algo de compasión, o de clemencia, y sobre todo de sentido común, como el mejor alter ego posible del escritor belga.
-¿Está Simenon?
-Sí.
-Pues que se ponga.
-Ahora no puede, está escribiendo una novela.
-Bueno, pues no cuelgue, que espero a que la termine...
-¿Está Simenon?
-Sí.
-Pues que se ponga.
-Ahora no puede, está escribiendo una novela.
-Bueno, pues no cuelgue, que espero a que la termine...
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