jueves, 23 de agosto de 2018

DE TORRERO



Dicen que esto tiene los días contados…Con la llegada de los drones, y otras formas de IA, desaparecería la tradicional figura del vigilante de incendios. A mí se me ocurre que podríamos quedarnos de todas maneras, si no para vigilar como una especie de guías turísticos y/o animadores culturales. Se trataría de “poner en valor” estos parajes, ecosistemas, etc.
Sube mucha gente a la torre y aunque pone un cartel de prohibido se cuelan por todas partes, como las tijeretas. Vienen padres con los niños y a mí me gusta hablar con los niños, si todavía no están maleados por el fútbol y Star wars. A los más pequeños les cojo de la mano y les paseo por la roca, que tiene muchos desniveles y puede ser peligrosa. Los padres, algunas veces, me ponen cara rara, y me dan ganas de decirles: entonces, a qué subes, merluzo. Al final acaban sacándome fotos con los niños como si fuera un Papá Noel y se despiden con una sonrisa luminosa. Les doy para que se lleven una botella de agua.
A mí también me agota tanta simpatía y hacer de public relations. El otro día subió un chico que después de verme con las familias me preguntaba, con total ingenuidad: Qué estáis, para atender a la gente, ¿no?
Aunque hay gente con la que se está hablando a gusto. El otro día vino un niño con la madre y una tía, muy guapas y muy simpáticas. El chiquillo también era gracioso. De mayor quería ser vigilante. Inspeccionó todo mi cubículo y le dejé los prismáticos, con los que apuntaba al cielo.
-¿Dónde está la plaza de toros?- me preguntó.
-Ahí, ¿no las ves? Una pared grande amarilla, al final del pueblo.
Y repetía como  un loro:
-Una pared grande amarilla al final del pueblo… Una pared amarilla al final del pueblo grande…¡No! Una pared…

*Meto un dibujo publicado hoy en el semanario digital de CCOO que me dedica el gran Molleda, porque me lo merezco…¡no!, aunque no me lo merezco…¡Un abrazo y gracias, maestro!

No hay comentarios:

Publicar un comentario