viernes, 25 de enero de 2019

TARANTELA


Me trago por la noche la película que pongan, muchas veces ya las he visto, porque las repiten mucho, pero no me importa… Hace unos días, La lista de Schindler, que, sin ser de mis preferidas, aguanta, pese a sus tres horas. Se puede revisar esta de Spielberg, como otras, yo qué sé, de Scorsese, Coppola, o de los hermanos Coen (cineastas de apariencia kisch pero con profundidad en sus películas, a veces tan maravillosas como True grit). Aunque nos sepamos estas historias tenemos que seguirlas viendo porque transmiten y emocionan.


True grit

Ayer ponían Django desencadenado. La quito a los diez minutos, como casi todas las de Tarantino. Las he visto algunas en el cine y de primeras sí son resultonas, son llamativas. La fotografía muy buena, los actores, la banda sonora, algunas escenas grandiosas. La puesta en escena muy cuidada, dicen…
Ingredientes de lujo para un rollo ampuloso, para contar la nada. Historias en el vacío sin emoción verdadera ni motivaciones en los personajes, sin transcurso ni lógica narrativa… Cuando parece que puede haberla, Quentin se empantana en diálogos interminables, supuestamente ingeniosos, que muchas veces no tienen relación con lo que vemos en pantalla.


Ya me imagino que a Tarantino no habrá quien le tosa, pero debería dejarse asesorar por algún guionista o alguien, y meter un poco tijera. A mí se me hace muy lento y muy repetitivo. En esta de Django, la música acaba siendo machacona, aunque sea del gran Ennio Morricone, las pistolas disparan balas de kétchup,  Leonardo Di Caprio sale sobreactuado. Algunos planos son muy bonitos, pero, qué… 
Tampoco se entiende por qué en Los odiosos ocho, su siguiente western, tuvo que utilizar ese pedazo cinemascope para hacer una peli de interiores, que sucede en el interior de una cabaña y dura... tres horas.
Tarantino hace parodia o pastiche de los géneros, con Django coge la textura rasposa del spaghetti western y le da un baño purpurina. Parece haber encontrado la historia del cine y la vuelca y barajea para construir un lego caprichoso, un collage donde caben de Sonrisas y lágrimas a Doce del patíbulo. Batiburrilo de “influencias” que subraya a modo de “homenaje”. 
Tarantino dice que se crió en los videoclubs pero a mi me resulta un hijo de la era internet. Ya se sabe que en internet está “todo” –los tebeos de la infancia, los carteles de películas, las canciones, los periódicos viejos- el arca de los juguetes que había dispersado el tiempo, aunque todo sin color ni olor ni tacto, al otro lado del cristal. Como las películas de Tarantino.



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