lunes, 22 de abril de 2019

SS

Viniendo del norte el viento norte que soplaba entre los callejones de bravo murillo en un Madrid gris y lluvioso me parecía que entraba directamente desde los despeñaderos, las llanuras, los ríos que había visto en mi viaje... La calle Bravo tiene algo siempre de romería, con raros personajes de paso como este extraño peregrino. No sé por qué se me ocurrió entrar en esa iglesia


 iglesia que es casi lo primero que vi de Madrid cuando llegué con quince años en el taxi que nos llevaba a la nueva casa desde la estación de autobús de Alenza –en realidad todo quedaba cerca- y al subir el taxi por el scalextric de Cuatro Caminos (ya desaparecido) en la larga y estrecha avenida  insomne divisé a lo lejos en la noche la torre y campanario sumida entre las casas



Creo que alguna vez me había asomado sin entrar nunca, reconozco las vidrieras, paredes asalmonadas, le saco unas fotos en plan turista, caigo en la cuenta de que es viernes santo, me siento en un banquito intentando reflexionar, en vano, intentando rezar como el cónsul de Bajo el volcán de Malcolm Lowry, tampoco se me ocurre nada –me viene a la mente esta novela pues hay muchos niños sudamericanitos con sus madres… y una curiosa mezcla de naif e hiperrealismo colonial en las vidrieras que documentaré otro día. En la iglesia me reencontré con el extraño peregrino de cruces con tachuelas como sacado de spaghetti western.

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