La puesta en escena no puede ser más cinematográfica. Arden las calles y las masas ocupan las grandes ciudades. Mientras tanto el shibumi –mezcla de guerrero, místico y aristócrata- se retira a reflexionar junto a la costa verde y solitaria, acompañado sólo de dos consejeros/guardaespaldas, en realidad sólo ante el peligro…
En su retiro custodia el fuego sagrado.
¿A quién aguarda en su refugio el guerrero zen? Quizá la llegada de algún consiglieri con hombres armados, a quienes tendrá que enfrentarse…, quizá el asalto de mafiosos –enviados por banqueros y empresarios- que vayan a cobrar “la deuda”…
El guerrero zen es un hombre de paja, un espantapájaros, que se dejará arrebatar el fuego sagrado…, o lo venderá por un plato de lentejas.
Por medio.
Por medio.
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