viernes, 17 de febrero de 2012

EL REGRESO AL PARQUE SINDICAL




Al parque sindical íbamos los dos primeros años de llegar a Madrid, con el colegio, el Jamer. Salía un autobús de la esquina de Juan Montalvo con Beatriz de Bobadilla y nos llevaba a aquella especie de islote existencial, desangelado. Al principio ibamos en chandall, para hacer que íbamos a hacer deporte en las canchas de baloncesto o en los campos de fútbol. Luego ni eso, directamente nos poníamos a hablar en las gradas o paseábamos junto al río.
Tenía mucho carácter y mucho encanto ese parque, alfombrado con los oros del otoño, cruzado por un viento frío que llegaba del Guadarrama, que se ve a lo lejos oscuro, como una aleación del cobre. 

Lo he encontrado igual, detenido en su decadencia, aunque hubiera muchas cosas de las que no me acordara, pero que a la fuerza he recordado.
Por ejemplo está, al pasar la entrada, ese puente sobre el Manzanares, puente marcado por los finos raíles de un tranvía. Más que de la llegada me he acordado de la salida. Cogíamos el puente para volver al autobús, caía el sol, la gente botaba balones, marchábamos a los autobuses cansinamente, un poco como prisioneros de guerra.

El parque que conocimos nosotros estaba desierto –quizá algún deportista curtido y solitario, en el exilio del parque, que no se sabía muy bien cómo había llegado allí desde Madrid-, estaba desierto, era una cosa como de Machado, como de Azaña, sin conocer a Azaña más que de referencias de Sirvent y por unas presas y acueductos extraños y oxidados que hay Manzanares arriba y que seguramente fueron proyectados en la Segunda República.






Sirvent se subió un día a la torre del Parque Sindical y yo titulé un capítulo de mi diario “Sirvent en la torre del Parque Sindical”. Esa torre rodeada de escaleritas de piedra sin barandilla se ve algunas veces –no todas- al pasar la ctra La Coruña y parece mentira que no se haya caído de vieja. Una torre muy parecida sale en un tebeo de Corto Maltés, construida por los indios en la selva del Orinoco.
Lo de Sirvent fue una hazaña y por eso mereció capítulo aparte en el diario. Sirvent era una mezcla de dandy nietzscheano, un dandy que se codeaba y a la vez se mantenía aparte de las masas menestrales del Jamer.

 
Algunos edificios del parque sindical, como un kiosko abombado y rotundo de bebidas, a base de ladrillo y cristal, son una mezcla muy rara de cubismo, art decó, vanguardias, etc
Está también un reloj sin números pintado de azul con la “esfera” cuadrada y volumen de cubo, colocado, como el juguete que se hubiera dejado un niño gigante, sobre las gradas del campo de fútbol. Lo que veo que han quitado las rampas aquellas de los skeaters, que, entonces, viniendo de Bilbao, llamábamos “sancheskis”, que eran curvas hundidas en el suelo, pintadas con grafittis, por donde bajaban y subían.






1 comentario:

  1. una buena descripcion del parque... hacia los '80? buenas fotos

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