martes, 20 de junio de 2017

UN KILO DE KNAUSGARD

 
 

Sigo leyendo los tochos de Knausgard, el último de 700 páginas, que se devoran como revistas del corazón. Estas pretendidas memorias en seis tomos son más bien unos diarios reconstruidos, en los que Knausgard cuenta pormenorizadamente infancia y adolescencia, cómo va a ver a su madre, luego a casa de su padre que se ha separado, a su hermano que trabaja de camarero, a la biblioteca a estudiar, ronda la casa de la novia de turno pero como no se la encuentra aprovecha para visitar a los abuelos paternos y luego a los maternos…
Cuenta cómo iban vestidos todos y todo lo que le pusieron para comer.
 
La técnica de Knausgard es acumular  naderías hasta que en un momento dado, sin saber cómo ni por qué, va subiendo la presión y aparece una revelación,  una epifanía, que dicen los chorras, y se ilumina el mundo. Pero hay que estar atentos porque no cambia el lenguaje, ni el estilo.  Luego baja otra vez de la nube y sigue contando tonterías como si nada.

 

 

Se dice que los libros de Knausgard son un contrapunto en los días de las redes sociales. Para mí que se alimentan de la misma voluntad de transparencia y superficialidad, pero  logra KOK sumergirse gracias a su capacidad introspectiva y a su memoria de elefante -o si no, capacidad de evocación, con diálogos no se sabe si recordados, o registrados, o inventados sobre la marcha... El resultado es el mismo.
Mierda, mierda, mierda.
No me volvería a ocurrir.

Los enemigos de Knausgard dicen que las editoriales le publican porque es muy guapo. También que no hay una frase brillante, ni una que pueda reproducirse aparte, en las 3500 págs de Mi lucha, pero algo así dijo Borges de Dostoievski, que no había encontrado ninguna página que pudiera figurar en  una antología... pero era un monstruo. Knausgard no es Dostoievski, en todo caso parece un personaje de Dostoievski, guapo y torturado como El Príncipe Idiota.
 
Tampoco es que tenga demasiada vida interior, más bien es el prototipo de la época, no hay dramatismo en los sucesos que corren y se anulan. K sufre mucho pero no le pasa nada, de ir al psicólogo le mandaría a casa con unas palmaditas en la espalda. No tiene amigos, es el que peor escribe de su academia, no liga nada, toca muy mal la batería… También tiene el acierto de no contar desde el ahora, sino que se pone en la piel del adolescente.


 

 
Seis tomos son muchos, podía haber contado todo este rollo en tres, pero ahora que se va a acabar la serie Knausgard sabe a poco. Algo tiene que engancha. Los críticos se preguntan si Knausgard quedará como una especie de Marcel Proust del siglo XXI. No estaremos para verlo, pero da igual, mejor quizá leerle como un contemporáneo que ha formulado con sus palabras una verdad que se corresponde con la nuestra…

 

LOS OJOS ABIERTOS: KNAUSGARD

asislazcano.blogspot.com.es/2014/12/knausgard.html

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