Estamos
en el barrio gentrificado Yñarrón, Pablo y yo, estamos en la noche en el
mirador terraza donde antes el juego de la rana, junto al bar modelno ahora.
Abajo la ría estriada de luna y carenada de rocas, pues hay bajamar. Y ahí
estamos como hace treinta años o más, con cocacolas y birras pilladas en los
moros de Sanfran. Entonces disfrazados de niños y ahora disfrazados de maduros -pero
más ellos que nunca les veo, más nosotros que nunca los tres, tanto que esa
reunión parece la verdad de nuestra vida y todo lo de en medio la ilusión de un
paréntesis.
((Pasan los hipsters hablando (mal) euskera,
pasan y repasan las bicicletas. Ha cambiado el barrio. Me acuerdo cuando me la
quisieron quitar unos yonis haciendo tapón en medio la calle, pero yo me
escurrí cuesta abajo driblando con la bici Berrendero. No ha cambiado tanto. ¿Cómo
le pueden decir Bilvi los horteras desplazando ese Bilbao La Vieja, uno de los
topónimos más hermosos que existen? Bilbao La Vieja suena a ferrería y a brujas
y profundiza en el misterio con ese cambio de género…))
Treinta
años más y ahí seguiríamos, estaríamos, de viejos, pero no sé si llegaremos, auskalo... Plas dice, por una vez con
sabiduría: en la vida hay más malos momentos que buenos, pero los buenos
compensan los malos, valen por todo. Y al rato, hablando de BV: el mundo es de
los que tienen dinero, compran los barrios y todo. Y yo pienso que sí, que
quizá es suyo el barrio, pero la noche es nuestra y el río –que baja con mierda
pero también con plata- el río también es nuestro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario