La plaza queda más abajo de Atocha, como una isleta entre dos avenidas de tráfico rodado, y por eso va poca gente. Es a la vez muy urbana y muy recoleta. Mola. Hay unos pinucos, una estatua militarista (de los “hombres ilustres”, creo) y el suelo de arena, como en las plazas de antaño.
Una vez al año, y siempre por estas fechas, suelo ir a sentarme a la plaza, por aquello de la nostalgia. Es lo que tiene vivir en “la gran ciudad”, que puedes estar años y años sin pisar un sitio, incluso puedes morirte sin conocer alguno de sus rincones. Pero hoy además coincidía que tenía que hacer unos papeles por la zona. Incluso llevaba, como otras veces, una novelilla de Simenon/Maigret para leer en un banco.
Iba con sed además, y pensaba echar un trago de agua en la fuente que había en la plaza. HABIA, digo. Todavía el año pasado estaba, la fuente de agua corriente en torno a la cual se sentaban los carrilanos y los niños rellenaban sus pistolas de agua. Hoy me encuentro que han quitado los grifos de la fuente dejándola como un mojón, extraño mobiliario urbano. ¿Por qué quitan la fuente? Yo tenía sed, la hostia. "Se había estropeado", dirá el capullo de turno. (O bien: "Ya no era operativa", o "...daba una imagen tercermundista"). Ahora las mamás, que vayan a los chinos a comprar botellines. En cuanto a los vagabundos... directamente que les den por el culo. El que quiera beber, que se pida una cocacola, que hay que reactivar el consumo, y la economía, y el trabajo (basura).
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