Cuando
aquella entrada de El Madrid de Eloy había prometido vagamente, lejanamente,
otro post sobre El cine de Eloy de la Iglesia, y ahí va eso, aprovechando la revisión de
Navajeros por la tele.
El
cine de Eloy levantaba pasiones. En el estreno de El pico en un viejo cine de
la Gran Vía de Madrid, fui a mear y había gente, trajeada incluso, poniéndose
un chute para ver la peli con relax. En El Pico 2, cuando la estrenaron en
Bilbao, en el cine Capitol, Pablo e Yñarrón contaban que la peña se apelotonaba
a la entrada del cine, contra las grandes cristaleras que daban al vestíbulo.
Estallaron los cristales, inundó la sala el personal y comenzó la proyección.
Estaba el horno como para bollos…
Navajeros
la vi un domingo con el cine abarrotado, el Condado de Cuatro Caminos. Primero,
Operación Dragón y, como para no hacer esperar a la basca, aquella vez
no hubo descanso en medio del programa doble. José Sacristan, el
periodista/idealista, escribiendo a máquina la crónica de sucesos. Fundido en
negro, y suenan los compases de Burning:
Jaro está en la calle,
sin sitio donde ir…
Ahora
a Navajeros se le ven las hechuras cinéfilas. La música clásica subrayando
atracos y peleas remite directamente a La naranja mecánica. Hay cosas hasta de
spaguetti western, cuando la sodomización del Jaro, primeros planos de los
malotes con grandes carcajadas. Pero la peli aguanta.
Navajeros, junto a Perros callejeros y Deprisa deprisa, son la trilogía estrella del cine quinqui, las más representativas.
De la Iglesia es más mitómano, y también más ideológico. De la Loma (Perros callejeros) hace una peli muy de acción, con persecuciones de coches que se hostian, con un fondo frío de suburbios, una serie b que quedará como gran documento sociológico. La de Saura, en comparación, tiene un trasfondo romántico, un color anaranjado y soñador como de crepúsculo.
Las
pelis salieron bien. Los intérpretes ayudaron lo suyo, levantaron y dieron
credibilidad a un mundo. Algunos andaban en el filo, los de Perros callejeros
eran chorizos, directamente. Los directores iban de redentores, pero lo que
hacían con aquellos muchachos era encasillarles todavía más y ya para siempre.
Hay otras pelis, raras algunas -De tripas corazón, La patria del rata, Todos me llaman gato… Incluso en Maravillas una mezcla de géneros que la aparición estelar de Pirri decanta hacia el cine quinqui.
Pero volviendo a Navajeros… la peli, muy estética y muy colorista –De La Iglesia la define como mezcla de periódico y comic- , vale sobre todo como relato o reflejo de aquel Madrid setenta/ochenta y de sus suburbios, de La Ventilla a la carretera de Andalucía. Impresionante ese poblado que se pierde a lo lejos, a ambos lados de la carretera.
El
guión es de Eloy y su guionista de siempre, Gonzalo Goicoechea –un guipuzcoano
y un navarrico. Pero es que esos vascorros siempre han tenido ojo para la
narrativa de Madrid. Baroja, siempre, y también Aldecoa, Zunzunegui o Blas de
Otero.
Eloy era un cineasta valiente –y hablaba de lo que sabía, de su mundo. Había tocado el tema desde fuera, Miedo a salir de noche, los vecinos acojonados por los delincuentes. Con Navajeros saltó al ruedo y al final le pasó factura.
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