jueves, 11 de enero de 2018

INTERVIU 3

*
Estaba bien entrar a Interviu, uno entraba con un respeto, y luego que el ambiente era tranquilo y la cosa era directa, enseguida te decían lo que fuera, te lo compraban o a la calle… Había en la cola de espera algunos horteras de las agencias, los mismos que vendían en Diez Minutos o Pronto, pero ahí menos crecidos y con menos colegueo que en las citadas publicaciones. El sr. Gordillo, subdirector desde tiempos inmemoriales (el director lo cambiaban frecuentemente) esperaba en la mesa de despacho, una mesa circular con la espada Tizona en el centro, atildado y castizo,
Qué me traes, niño
siempre de corbata y chaqueta, el pelo hacia atrás, el bigotillo de póker, la faz acangrejada, los ojos traslúcidos, con algo de pistolero retirado que sólo dispara cuando es indispensable
Nada, esto nada, tienes que echarle más imaginación


O bien:
Cuánto
De 100 a 150 talegos, lo mismo que pagaban en nómina en muchos sitios,  aquí con un solo reportaje... en realidad, una minucia para aquel tipo que negociaba millones por los desnudos. Algunas raras veces no lo publicaba pero lo compraba para mantener la fidelidad o algo así… Pero aquello podía ser fácilmente un engañabobos, te comías de pronto uno o dos  temas, o los colocabas malamente en Diario 16, donde apenas llegaba para cubrir gastos. Eso sí, si había suerte, la secretaria misma –una tal Magdalena que a lo mejor era amante de G, o lo había sido en la transición gloriosa- rellenaba un cheque, pagadero, ay, a tres meses…



Se vendía mejor si había un trasfondo político o económico en los relatos de la España profunda. Las cuevas de los hippies de Granada tenían más interés porque detrás asomaba una operación especulativa para construir frente al Sacromonte. Los buscadores de oro en los ríos de Asturias iban a ser desplazados por una gran compañía minera que  pretendía explanar el valle. En Interviu eran poco dados al lirismo y enseguida suprimían los párrafos “literarios”. 



La traición de Gordillo
De todos modos lo mejor con aquellos era no apalabrar nada. Corrían los últimos 90 y se me ocurrió ir a Barcelona a sacar algo de los menores marroquíes que vivían en las calles (entonces había muy pocos, aún no eran noticia) y fui tan incauto de llamar y preguntar si interesaba.
-No, de niños nada, me dijo Gordillo.
Y pensé ingenuamente que el viejo zorro era hombre sensible a la protección de la infancia y de  los menores…, cuando a las dos semanas vi que salía el reportaje de los niños dichosos, con fotos de Hamadi. Yo le había dado la idea a Gordillo y él se lo había encargado a aquel fotógrafo marroquí que andaba por ahí y del que algunos rumoreaban que era agente de Hassan. Pero todo esto ya es mucha tela, como para el sastre de Le Carré. Ahí acabó mi relación con la docta casa del periodismo. Un día me crucé en la acera de Z con G y M y pasamos sin saludarnos.
Hace unas noches fui a acompañar a una amiga a ese barrio y vi que habían quitado los carteles del edificio. Y ahora me entero que cierran. Así está bien. Gran revista, gran época. Joe, yo estuve allí…


No hay comentarios:

Publicar un comentario