jueves, 14 de marzo de 2019

RECONOCIMIENTO 2.VIDA SOCIAL



Son las ocho de la mañana y viendo que la cosa va para largo busco los rincones donde entra el sol en el patio entre casetas. A bulto, los compañeros nos miramos. Otros años me parecía encontrar más vieja a la gente tras el invierno, ahora los veo muy parecidos, tal vez porque este año no ha habido invierno, tal vez porque quien ha envejecido este año sea yo... Y siempre, entre tanta gente, no sabes a quién saludar. A veces buscas una mirada a lo lejos, de alguien conocido, con quien has coincidido en alguna ocasión en largas charlas o así... Pero los ojos se desvían inexpresivos, y el saludo, los ojos brillantes, una sonrisa, un movimiento de cabeza, vienen de otra persona, imprevista. 
Apenas nos veremos estos días y luego cada cual se irá a su puesto.

Un par de compañeros de los que ya conocíamos sus dolencias se pasean entre los grupos cojeando, renqueando, cada vez más perjudicados, quizá con el propósito de anunciar, de preparar a la opinión pública para una posible futura baja.

Con la que más me gusta hablar es con AS. He compartido el puesto muchos veranos con ella, y, aunque en turnos diferentes, cuando doblábamos coincidíamos. Me cuenta desahogándose que no quiere volver a su pueblo, a Jaén, que unos primos suyos se le han quedado con los olivos. Por no hacer el papeleo en hacienda, que era una pasta, se los arrendó una temporada, y ahora… AS me lleva un par de años pero tiene todavía algo de muchacha, o de muchacho incluso, con el pelo muy corto. No oculta que le gustan las mujeres, y como a mí también, ahí tenemos un tema en común. Sus conquistas tienen lugar sobre todo entre mujeres casadas, lo cual da pie a pensar en lo movedizo de las fronteras…

Pero A cuenta las cosas con total sencillez, sin presumir de nada, y sin entrar mucho en detalles (a veces sí), sino refiriéndose sobre todo a la psicología y al corazón humanos. A tiene el aire ingenuo de una chica de pueblo, a pesar de haberse criado en París, adonde habían emigrado sus padres, y donde vivió hasta los quince años, cuando la madre murió y volvieron todos al pueblo. Enseguida lo dejó para irse a Granada y luego a Madrid, a Hoyo de Manzanares…

Uno que no sé cómo se llama, pero al que –calvo con barba y ojos claros- llamo Baroja interrumpe nuestra conversación: qué tal estáis, qué tal, estoy contento de saludaros, estoy contento de saludarte –repite estrechándome la mano-. Ya, ya lo sé que diréis: esto es una mierda, estamos hartos. Pero qué coño, seguimos vivos, imagínate dentro de unos años, oye, dónde está fulano… ¿Ese?, se ha muerto, ¿no sabías?, se murió hace unos meses –y se va riéndose, después de soltar la broma siniestra.

2 comentarios:

  1. Una secuela potente, me voy a hacer del gremio, mas que nada para ir a los reconocimientos.

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  2. Te prometo que no te has perdido nada (mañana la última parte...)

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