domingo, 17 de marzo de 2019

RECONOCIMIENTO3EL RECONOCIMIENTO


Ahí sale el hijo del viento, al final tanto que hablaba se ha dejado pinchar el primero, sin decir ni pamplona. Entramos tras él portando los botes de orina, nos llaman por orden alfabético.

Esta vez resulta que no hay que entregar el bote de farmacia, sino cambiarla a unos tubitos que proporcionan, la gente ha ido al wc para tal menester, pero a mí me pilla por sorpresa, y también a una chica nueva, veinteañera, con rastas. Hacemos el trasvase allí mismo en un rincón de la enfermería, y ya vamos a pincharnos, restregándonos la mano de meados en el pantalón.
Me han dado la hora para los electros, agudeza visual, auditiva etc, para la una de la tarde. Pero no me quejo porque Sabi y Emilio la tienen para las tres. Comienza la larga jornada en esa zona inhóspita de las Rozas, a pleno sol, entre carreteras circunvalaciones gasolineras centros comerciales –un parque tecnológico del horror. E y yo escapamos en un momento a unos pinares donde se arrastra la oruga procesionaria. El día es de verano, es de junio, ya podían poner en el parque de bomberos una piscina descubierta… Luego compro un pantalón en un outlet y a la vuelta me encuentro con Sabino.

-Pero Asis, te has comprado unos pantalones de señor mayor
-pues lo que soy yo ya
-pero si el año pasado o el otro fue cuando te compraste ahí en el lidl unas camisetas de los rollingstones
-ya, pero eso era antes… Además, sólo me han costado diez euros

S viene fresco porque ha tenido el buen sentido de coger el coche e irse a comer a su casa y a echar la siesta. S socializa y habla con todo el mundo como siempre; como siempre le digo que me gustaría ser como él, y él al revés, que lo mejor es mantener el perfil bajo como hago yo. Al final, el resultado es el mismo, ambos dos acabamos agotados y todos, todo el mundo acaba igual, al final sin fuerzas ni para criticar a los compañeros que se ausentan un momento, que van al centro comercial a tomarse un café, buscando la sombra de las casetas, hablando del cambio climático y del clima desértico y “del futuro que en ese sentido espera a España… bueno, a la península”, dice JC (también llamado Napoleón), no sé bien si por precisiones geográficas o políticas…

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Estamos apoyados en unas vallas del parque infantil. Más allá de los columpios aparece, renqueando, X, uno de los compañeros lesionados. Aunque tiene el pelo muy corto, lleva una cinta como con dibujos peruanos en la cabeza.
-¿Pero qué te pasa, si tú nunca has andado así?
A modo de respuesta X se echa la mano a los huevos, lo que provoca la huida de una joven y guapísima madre con vestido rojo, quien torciendo el morro saca al niño de los columpios.

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Son curiosos estos míedicos (me ha salido así y dejo la errata) y el lema que impera en sus rulotes, “La salud de uno en uno”, ya podía ser de tres en tres y acabaríamos mucho antes (ya son las dos pasadas). Además, en cierto sentido, son los antimédicos, pues si con un facultativo normal uno se sincera sabiendo que puede ayudarle, aquí es al revés. Cuantos más datos des más perjudicado puedes salir. ¿Te duele algo? No, ¿Cervicales? No, ¿Muchas horas al ordenador, vista cansada? No, no… (Eso suena a que tengan datos míos. Debe ser que en algún otro reconocimiento me han pillado bajo y les he contado mi vida). ¿Bebes, fumas? Nada, dos o tres de vez en cuando. ¿Duermes bien?, ¿te drogas? Mmm ¿La espalda, seguro? ¿Duermes? ¿Te lavas los dientes todos los días? Mmm mmm.

Luego empieza la tía a tocarte la tripa que es una risa. ¿Ah, tienes cosquillas? Mejor, eso es que estás vivo. Y luego a darte con un martillito por ver de hacer reaccionar los reflejos. ¿Te molesta?, ¿te molesta?, ¿te molesta? Dan ganas de quitárselo y devolverle los toquecitos, o directamente meterle el dedo en el ojo. ¿Y esto, te molesta?

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