miércoles, 6 de marzo de 2019

SHIP OF FOOLS


Reciclaje. Pasan de madrugada los camiones de la basura, con una bulla que parecen atravesar el dormitorio... Primero, por cómo suena a cristales machacados, va el camión del vidrio; después, en orden aleatorio y en intervalos de veinte minutos, el de los plásticos, el de los envases, el de papel y cartón, el de materias orgánicas… Y a esas horas, dando vueltas, digo: Fulana, alcaldesa, señora, pregunto: ¿dormir un poco no sería más ecológico?

Prodigy. Se ha suicidado el cantante de Prodigy, y me ha venido a la mente aquel garito, el Norton, que había bajando unas escaleras, en un entrante de la calle Hortaleza. Un cubículo amplio pero hermético, irrespirable, que en las actuales épocas de corrección no hubiera encontrado los correspondientes permisos. Prodigy sonaban a toda pastilla. La música atronaba, era imposible hablar con el de al lado ni gritándole a la oreja. Nos agitábamos y consumíamos mirándonos a los ojos -un rollo muy noventero- en una lejanía existencial, hasta que sobre las cinco, sin previo aviso, encendían unos focos potentísimos: de tal calibre que había que taparse los ojos o salir a la desbandada. Eran como esos reflectores que encienden desde las torretas de campos de concentración para deslumbrar a los prisioneros. Ha sido acordarme de aquel antro y no extrañarme mucho la noticia de su muerte.

Cochecitos. ¿Por qué me encuentro últimamente por la calle tantos cochecitos? Son de juguete, tipo miniatura, si los hubiera recogido todos podría haberme hecho una flota… Del mismo modo que cuando uno está deprimido se fija en que hay muchos cojos, y gente que va en silla de ruedas, con lo que es difícil no alegrarte de tu propia suerte, esto de los coches debe de ser el ansia de movimiento (o el ansia mayormente, así a secas).


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