domingo, 17 de marzo de 2019

GOYA EN EL BARRIO


Está bien tener aquí los Goya tan cerca, en el barrio. Ya ni me acordaba. Antes es que estaban  guardados, con la ermita cerrada, luego empezaron a abrirla los miércoles… Entonces era una zona de ferroviarios, con todavía el paso a nivel y, entre el parque y las vías, unos chaletitos de trabajadores que no aparecían en el callejero. Las dos ermitas son gemelas, no sé cuál la más antigua. En una es donde meten las manos las modistillas en el pilón de agua bendita lleno de alfileres, para buscar novio. Si se clava el alfiler, hay suerte este año, y si no a ver para el que viene (poco o mucho tiempo, según se mire).


En la otra los goya en el techo –un cieloraso con nubes que parecen de esta misma primavera. Y ahí arriba el personal, en la verbena celeste. Ahora que entra bastante gente han puesto unos espejos inclinados para verlos “por reflexión”, sin levantar la cabeza a lo alto. Pero no es lo mismo, no puede serlo, ya que todo lo que vale cuesta, y ¿cómo alcanzar el  paraíso sin esa torsión de cuello y sin acabar con las lumbares descoyuntadas?









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