Rosendo Mercado en la plaza del Mercado. Foto: web Asociación de familias |
A
ver ese video de Rosendo en Otxarkoaga, me cuentan que ha grabado hace unos
días, al aire libre, entre los bloques, Otxarkoaga, Ocharcoaga.
De
ahí bajaba a casa todos los días, años, la chica (¿la chacha, la criada?).
Maite. Maite sin más. Era y estaba buena, como una hermana mayor que nos
abandonó un buen día porque le daban en otro lado más libertad o más pasta.
Haría bien.
Pero
subimos las escaleras del barrio gris y blanco en la montaña para siempre en la
memoria. Frantzu lo había mandado
construir. Así no puede estar esta gente. Nos ha jodido. Marginal entonces,
normalizado luego –pero siempre estigmatizado en el fondo, de incómoda
referencia- marginal de nuevo. Todo vuelve…
Me
acuerdo la gracia que me hizo, cuando, ya viviendo en Madrid, un día en la
sierra, subiendo en el trenecito el puerto de Cotos, al ver el hotel de varios
pisos encaramado en la montaña, mi hermano Pablo exclamara: Pero qué horror,
qué feo es esto, si parece Otxarkoaga. Que suene que atruene, Rosendo…
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