sábado, 3 de febrero de 2018

3 PROBINTZIA

Besaide
  

Al punto lo reconocí. No, primero pensé que el que yo conocía era otro igual. Pero era el mismo y ahí estaba, cuarenta años más tarde no había cambiado el raro monumento que marca la unión de las tres provincias. (olvidado en la superficie lo tenía muy presente en mi interior, tanto que fue como si esos cuarenta años no hubieran transcurrido o lo hubieran hecho a modo de paréntesis) y volví a verme en aquella colonia de verano. Uno de los monitores, un gafosillo pequeño y menudo, pero valiente y decidido seminarista, escaló ágilmente la torre, izándose sobre tres escalones de piedra distribuidos caprichosamente a lo largo de la pared, ahora mismo revivo la admiración que me produjo, se encaramó al balconcillo, desplegó una bandera, hizo sonar la campana y creo recordar que entonó un himno que todos coreamos, tal vez lanzara una consigna que vitoreamos o jaleamos, yo balbuceando sin convencimiento, moviendo la boca pero sin entonar quizá por no desentonar, por cobardía o por gregarismo, con cierta desolada sensación de exclusión, pero también con el alivio de saber que algo permanecía  a salvo en mi interior, que no tenía en el fondo alma de recluta y sólo iba a levantar el puño con ganas el brazo en un concierto de Iron Maiden. Si acaso.


No hay comentarios:

Publicar un comentario