miércoles, 28 de febrero de 2018

NIEVE



No me suele gustar la nieve, porque ese frescor al principio agradable al cogerla no sólo después quema sino que también pica, como los deseos que acarician y que una vez conseguidos terminan hastiando. Además la blancura se convertirá en barro, igual que los sueños que se corrompen... La nieve da juego para metáforas, aunque sean así de chorras.


Sin embargo esta mañana al ver desde el portal a los niños jugando en la calle con la nieve sentí la impresión de algo muy antiguo, no sólo de vernos allí mismo a nosotros niños, sino a todos los niños que antes habían sido y a los que estaban por venir. Por un instante se detuvo la rueda de las generaciones y luego todo volvió a correr aún más rápido.


El tiempo escaso y brillante de la nieve. Hace unos años Laura y yo subimos por la vieja Castilla espolvoreada como la estepa rusa en un cuento de Chejov –los chozos hundidos, los blancos abedules, ermitas con tejado de coco. Al principio en Bilbao hacía pelete, pero unos días después arrancó la primavera con fuerza.




Me he levantado con la nieve y en la calle seguía cayendo. Todo estaba detenido y los ruidos amortiguados, había menos gente y menos coches, el día arrancaba suavemente. Me habría gustado que siguiera todo el rato ese tiempo ralentizado, ese silencio, pero ha parado enseguida y por la tarde la lluvia ha derretido la nieve y la nieve ahora es el recuerdo de la nieve. 




LOS OJOS ABIERTOS: BILBAO NEVADO

asislazcano.blogspot.com/2013/02/bilbao-nevado.html

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