No
me suele gustar la nieve, porque ese frescor al principio agradable al cogerla no sólo después
quema sino que también pica, como los deseos que acarician y que una vez
conseguidos terminan hastiando. Además la blancura se convertirá en barro,
igual que los sueños que se corrompen... La nieve da juego para metáforas, aunque sean así de chorras.
Sin
embargo esta mañana al ver desde el portal a los niños jugando en la calle con
la nieve sentí la impresión de algo muy antiguo, no sólo de vernos allí mismo a
nosotros niños, sino a todos los niños que antes habían sido y a los que
estaban por venir. Por un instante se detuvo la rueda de las generaciones y
luego todo volvió a correr aún más rápido.
LOS OJOS ABIERTOS: BILBAO NEVADO
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