De
día dejar el pueblo atrás, salir por la carretera atestada de peregrinos hacia
la tierra roja de las viñas, a los ríos de montaña y a los pueblos sumergidos.
De noche las callejas de caserones dormidos, la carrera de los gatos, los
escaparates sin luz tras los que acechan los zapatos como cangrejos y cuelgan
las chaquetas borrachas. Cruzar el puente sobre el negro río, despertar a las
imágenes iluminadas de las ermitas, coger los caminos de tierra entre
polígonos, encendiendo a nuestro paso una constelación de ladridos, un eco de
perros enfrentados en su lejanía, lejos del resplandor de las casas mirar el
cielo limpio buscando la estela de estrellas fugaces a las que pedir deseos
imposibles.
Santo Domingo caserón/discoteca abandonado |
un fantasmas cuida las viñas |
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